Aquello sucedió rápidamente. Tan de pronto ocurrió que no hubo tiempo de cerrar los ojos de mirar de tener miedo. Quedaron manos detenidas en actos de amor de piedad de furia los gritos fueron rígidas flechas absorbidas por el viento el sol un diente helado comiéndonos los nervios la noche una distancia claramente presentida los amantes estatuas abrazadas a lo eterno. Tan de súbito ocurrió fue aquello tan perfecto que el árbol no fue árbol ni la rosa fue rosa ni el niño fue niño ni la piedra fue piedra ni el agua fue agua ni el silencio silencio. Un nuevo sistema castigó la hierba penetró las escamas y los pétalos. Ya nadie pudo refugiarse en el sueño ya nadie tuvo luz ya nadie tuvo sombra ni se miró al espejo ni copió más pecados ni adquirió más defectos ni exaltó pasiones para después negarlas ni murió por verdades o por alma ni se mezcló entre el futuro y el recuerdo ni se agarró al desgaste del deseo ni a la fiebre ni a la fe ni a una planta de sencillas hojas verdes ni a un perro esperando con la cola levantada ni a un perfume de cabellos en la noche ni a un fantasma disfrazado de esperanza. Aquello fue tan rápido tan técnicamente exacto y en pureza concebido que los ojos abiertos quedaron abiertos y los ojos cerrados quedaron cerrados y los informes fueron por siempre secretos. Fue tan rápido que ocurrió en menos del tiempo necesario a la boca para ser un beso. Porque aquello vino de una boca fríamente diciendo: Tres Dos Uno Cero.
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