Alguien menciona todavía la tristeza vuelve a invocar la soledad la necesita como a una almohada negra y se equivoca de infancia y cambia de ventanas para desviar la luz. Pero el sonido susurral del carpintero fermenta las mesas la silla los armarios y hay un ruido de ríos ayuntándose en el estrecho océano del Plata: hojas muy delgadas conteniendo el agua neblinosos colores cabalgando el barro peces partidos playas rotas deteniéndose en los cauces enterrados. Alguien vuelve a repetir que estamos solos insiste que es mejor no estar dejar de ser borrarnos. Pero desde el principio transitamos un ámbito de hierbas perdurables y una oscura señora nos señala que debemos entrar en cada casa como sencillamente ingresa una mano en un guante. Alguien vuelve a navegar su lágrima a circular por ella hasta apagarse. Pero hay una crónica sonora clandestina rumorosa sangrienta y una barca de pobrezas naufragadas y cualquier María del Sur en una clara tinta de mujer se hunde para estar después en su regreso. Alguien contempla el humo que viaja a otros países las estrellas deshaciendo su sistema celeste. Qué templos habrá con altas piedras quemadas qué animales sagrados y flores amarillas y aguas evaporadas y nocturnos inciensos y mujeres sometidas amando extrañamente y navíos disgregándose en mares de violencia y la sal clavada en la madera y la amarga humedad de los muelles bajo el viento? Alguien cumple la raíz de su viaje: cuando declinan los trenes y los puertos qué gastada lágrima qué hilo visceral qué monedas se interrumpen o acumulan? Alguien eleva su alabanza a la anchura a la claridad de otros aires otros soles otros cielos. Hay manos que incansablemente escriben nombre por nombre la señal de aquellos todos que se fueron.
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