Volvemos a pasar bajo los mismos árboles: han de ser otros el metal y la madera y el barro de los pasos caminados. Pasamos otra vez bajo los mismos árboles y aparece la aplastada raíz que rompió antiguos zapatos y las piedras son planetas gastándose que nadie intenta ahora recoger. Nuevamente cruzamos bajo las sombras donde chocan sílabas que apenas dijimos o pensamos salivas ensuciadas sedimentos restos masticados de gritos y silencios. Una hoja es el rostro de otra hoja y cada pétalo contiene los terribles hedores de la tierra. Y volvemos a pasar debajo de nuestros propios cuerpos dormidos (cerca del mar estuvimos golpeados por las grandes aguas que en estos días suelen volcarse sobre la hierba). Y no despertamos para ver lo que ha quedado como un espejo hundiéndose en la enturbiada luz total que lo alimenta. Pasamos otra vez y siempre lo igual se sostiene diferente. Y bajo los mismos árboles cruzan los dientes de los muertos sus huesos que nunca dejaremos de tocar sus carnes hambrientas rajadas por un hierro sombrío sus ojos donde siempre estará nuestra memoria su espasmo de amor que no podremos repetir. Pasamos otra vez bajo los mismos árboles: pasaremos otra vez entre el lento sabor de la muerte y de la lluvia.
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