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Dos poetas |
Wallace Stevens, abogado experto en seguros, pensó palabras perdurables y en medio de pólizas y cuadros cubistas purificó los sentidos imaginando sobre el escritorio peras que eran algo más que un fruto, calorías para una dieta o variaciones de color. Así también usted, entre juzgados y notarías, recuerda versos que lo restituyen a su ya olvidada condición de poeta; viejo, es cierto, pero capaz aún de líneas muy exactas acerca de eso huero y afligente que es la burocracia. Murmura contrastes previsibles entre la ciudad y el campo, no la evasión sino la hondura. Contempla los cerros, descascarados por la incuria pública, y tacha apresurado esas tonterías: aún es crítico severo de sí mismo. Silencioso, con la mente vacía, aguarda las palabras iniciales, un comienzo que aluda oblicuamente a su rutina; algo así como un indirecto homenaje a Wallace Stevens, abogado experto en seguros. |