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Salón de té |
Leo a los viejos poetas de mi país y ninguna palabra suya te hace justicia. Ni nube, ni rosa, ni el nácar de tu frente. El pianista estropeará aún más la destartalada melodía pero mientras te aguardo, temeroso de que no vengas, Bogotá desaparece. Ya no es este bazar menesteroso. Ni la palabra estrella, ni la palabra trigo, logran serte fieles. Tu imagen, en medio de aceras desportilladas y el nauseabundo olor de la comida que fritan en la calle, trae consigo un olor de reseda. |