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Homenaje a Enrique Molina |
El buitre ambiguo de la costumbre
E.M. |
Astucia de la mujer que ama y prolonga, en el ala de las gaviotas, su caricia. Así vislumbro tu belleza impune. Allí donde una miel ansiosa reclama su imperio, perdido en el declive de tus muslos. ¡Oh la salvaje inocencia de un cuerpo desnudo! El ramaje de sus vértebras y la luna de la espalda brillando como una joya arisca entre el oleaje de las sábanas. La brasa azul de tu sexo arrastra un vaho de selva, en medio de esta ciudad podrida. Mientras los cuerpos desaparecen, bajo el polen de la manigua, la espuma de la resaca te cubre con su manto de plumas. Brilla el marfil incandescente de tu risa. No hay raíces: sólo existe la aventura. Una boca cálida murmurando apodos infantiles y obscenos. |