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Consejos para sobrevivir |
I Como un marido débil que siente en la voraz rumia de los días la vida abandonándolo y golpea a la esposa con los puños la patea en el piso y quitándose el cinturón la azota para llorar luego en el gemido abyecto que presagia un coito apresurado ensuciando las palabras más tiernas con esa boca que tiembla lamiendo la sal del perdón así la poesía. II Nadie ha tenido la adolescencia deseada. Animales jóvenes midiendo sus fuerzas, ensayando astucias que los representen, el mundo, a pesar suyo, seguía allí. III Tu recuerdo me acorrala y un animal, débil y acezante, cura sus heridas con paciencia. Me huelo, buscando en mi piel huellas de la tuya. Y hay algo ciertamente espantoso en dormir sin ti. Repito, ya un poco cansado de recalcar lo obvio, que te quiero y ojalá nunca me olvides. Pero esto es, o pretende ser, un poema de amor. Borra el énfasis, diluye todo grito patético y recuerda que la mayor sabiduría consiste en desaparecer a tiempo. IV Ahora, cuando mi vida se parece cada vez menos a mi vida, recorro las calles de piedra del pasado y contemplo, turbio de asco e ira, cómo todo se reduce a la ya larga torpeza de incesantes comienzos. Recuerdos enmohecidos, malas costumbres y ese fracaso que nos acoge con rubor inevitable: la cobardía. Repugnancia por días inmundos y el seguir, con terquedad, prisioneros de nosotros mismos. Ya vieja y sagaz la tristeza adivina nuestro único rostro valedero. Entretanto, en el bosque nocturno, el cadáver florecía de deseo. V Repetimos antiguos gestos heredados volvemos a incurrir en idéntica figura reanudamos el hilo de la especie déjame caer otorga mayores y más espléndidas derrotas haz que mi boca formule sin cesar vanos reproches sobre cuanto hago y no hago dame algo de qué arrepentirme sé piadosa. |