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Deberes del poeta |
Comprobar el nacimiento del asombro. Medir el ascenso de la sangre a través de una piel que se entibia con sólo mirarla. No tenerle miedo a la palabra ternura. Éstos podrían ser algunos. Otros: Ver a kilómetros de distancia una pequeña mujer enseñándole a su hijo poemas de Rubén Darío. Tararear, con la más profunda convicción, melodías sin sentido. Asomarse al abismo y advertir cómo esos ojos se repliegan luego en la dicha. Constatar los vertiginosos cambios en los sentimientos, la premurosa carrera de todo hacia el olvido, el inhóspito desierto de los días carentes de fibra. O si no, enronquecer de júbilo. Bendecir al mundo. Jugar para que el hombre no se pudra. Podría también callar de modo definitivo y profundo. |
A Germán Vargas
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