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Contrapunto |
En estas ciudades nuestras donde el horror es dueño, escribo desconcertado pensando en ti, la amenazada, la invadida por fuegos más crueles. Pienso también en los que tuvieron que huir, coronas fúnebres intimidándolos en su puerta, y no pueden dejar de soñar con esta tierra exuberante de penas. Mi padre viejo trata cada día de razonar en vano otra incomprensible tragedia. Frágiles esperanzas apenas si lo sostienen. |