Otros poemas y sonetos1
I
De la noche el Orgullo humea cual antorcha en revuelo ahogada sin que pueda la llamarada inmortal diferir su entrega. La antigua estancia, rica un día, hoy con decrépitos trofeos, no entibiaría el heredero si apareciera en la crujía. ¡Oh necesario horror de un muerto ayer!: con garras aferrando la tumba de una palinodia, bajo el denso mármol desierto su único fuego dispensando y fulgurante, una consola.
II
Surgido del salto y la grupa de efímero cuerpo de vidrio, sin florear la amarga velada se interrumpe el cuello ignorado. Yo creo que nunca dos bocas —de su amante y mi madre— me han bebido en la misma Quimera, a mí, silfo del frío techo, vaso puro de ningún filtro que en la viudez inagotable agoniza, pero no cede, beso ingenuo de los más fúnebres que anuncia sin nada espirar una rosa entre las tinieblas.
III
Un encaje queda abolido en la duda del Juego extremo, al sólo entreabrir, ¡oh blasfemo!, un lecho desaparecido. El blanco, unánime altercado de una guirnalda con la misma huye, y más flota que se abisma, por vidrios lívidos cercado. En quien el sueño de oro viste, una mandola duerme triste en hueca Nada musical que hacia alguna ventana hiciera, no de otro vientre sino tal, que alguien, filial, nacer pudiera.
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