La tumba de Edgar Poe1
Como en Sí Mismo al fin la eternidad lo cambia, el poeta suscita con su espada desnuda a su siglo espantado de no haber conocido que triunfaba la muerte en esa voz extraña. Hidra en vil sobresalto que antaño oyera al ángel dar más puro sentido al habla de la tribu, así anunciaron ellos el conjuro bebido en la marea innoble de una mixtura negra. ¡Oh agravio si con suelo y con nubes hostiles nuestra idea no esculpe algún bajorrelieve con que la deslumbrante tumba de Poe se adorne! Bloque en calma caído de un oscuro desastre, que este granito al menos siempre ataje los negros vuelos que la Blasfemia dispersa en el futuro.
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