Por ti estoy enojado, no contra ti
Cuando el sol se levanta y el rocío se inclina desde los cabellos de los que nunca sienten ira, que mi ira no te moleste nunca, querida. Pienso a menudo en las plazas grandes, veloces, donde acaso no me caeré. Y los talladores de mástiles vendrán con los mástiles en filas cerradas, y los seis millones de férreos obreros, vencedores, lanzarán al cielo el martilleo de corazón tintineante. Bajo la tempestad celestial de las herramientas, que pueda yo tener tus besos, querida. No te das cuenta de que me empino cuando hablo del futuro. Si quieres, sólo volveré a ti después de la victoria que canta la gloria de la ciudades, o cuando los panaderos unen sus buenas paletas que lanzan el pan y en ellas me colocan, con la cabeza baja, cubierta de harina, y me llevan lentamente hasta tu cama. Por ti estoy enojado, no contra ti. Mira, apriétame esta mano que te levanta a lo alto en mis sueños. Que mi ira te fortalezca, y que no te moleste, querida.
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