Nuevo amor
Thy bosom, is endeared with all hearts Which I by lacking have supposed dead…
La renovada muerte de la noche en que ya no nos queda sino la breve luz de la conciencia y tendernos al lado de los libros de donde las palabras escaparon sin fuga, crucificadas en mi mano, y en esta cripta de familia en la que existe en cada espejo y en cada sitio la evidencia del crimen y en cuyos roperos dejamos la crisálida de los adioses irremediables con que hemos de embalsamar el futuro y en los ahorcados que penden de cada lámpara y en el veneno de cada vaso que apuramos y en esa silla eléctrica en que hemos abandonado nuestros disfraces para ocultarnos bajo los solitarios sudarios mi corazón ya no sabe sino marcar el paso y dar vueltas como un tigre de circo inmediato a una libertad inasible. Todos hemos ido llegando a nuestras tumbas a buena hora, a la hora debida, en ambulancias de cómodo precio o bien de suicidio natural y premeditado. Y yo no puedo seguir trazando un escenario perfecto en que la luna habría de jugar un papel importante porque en estos momentos hay trenes por encima de toda la tierra que lanzan unos dolorosos suspiros y que parten y la luna no tiene nada que ver con las breves luciérnagas que nos vigilan desde un azul cercano y desconocido lleno de estrellas políglotas e innumerables.
— O —
Tú, yo mismo, seco como un viento derrotado que no pudo sino muy brevemente sostener en sus brazos una hoja que arrancó de los árboles ¿cómo será posible que nada te conmueva que no haya lluvia que te estruje ni sol que rinda tu fatiga? Ser una transparencia sin objeto sobre los lagos limpios de tus miradas oh tempestad, diluvio de hace ya mucho tiempo. Si desde entonces busco tu imagen que era solamente mía si en mis manos estériles ahogué la última gota de tu sangre y mi lágrima y si fue desde entonces indiferente el mundo e infinito el desierto y cada nueva noche musgo para el recuerdo de tu abrazo ¿cómo en el nuevo día tendré sino tu aliento, sino tus brazos impalpables entre los míos? Lloro como una madre que ha reemplazado al hijo único muerto. Lloro como la tierra que ha sentido dos veces germinar el fruto perfecto y mismo. Lloro porque eres tú para mi duelo y ya te pertenezco en el pasado.
— O —
Este perfume intenso de tu carne no es nada más que el mundo que desplazan y mueven los globos azules de tus ojos y la tierra y los ríos azules de las venas que aprisionan tus brazos. Hay todas las redondas naranjas en tu beso de angustia sacrificado al borde de un huerto en que la vida se suspendió por todos los siglos de la mía. Qué remoto era el aire infinito que llenó nuestros pechos. Te arranqué de la tierra por las raíces ebrias de tus manos y te he bebido todo, ¡oh fruto perfecto y delicioso! Ya siempre cuando el sol palpe mi carne he de sentir el rudo contacto de la tuya nacida en la frescura de un alba inesperada, nutrida en la caricia de tus ríos claros y puros como tu abrazo. vuelta dulce en el viento que en las tardes viene de las montañas a tu aliento, madurada en el sol de tus dieciocho años, cálida para mi que la esperaba.
— O —
Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío junto a tus hombros tersos de que nacen las rutas de tu abrazo, de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas, sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia. Si todos estos años que me falta como una planta trepadora que se coge del viento he sentido que llega o que regresa en cada contacto y ávidamente rasgo todos los días un mensaje que nada contiene sino una fecha y su nombre se agranda y vibra cada vez más profundamente porque su voz no era más que para mi oído, porque cegó mis ojos cuando apartó los suyos y mi alma es como un gran templo deshabitado. Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo, suave de mi tersura, grande por mis deseos, máscara estatua que he erigido a su memoria.
— O —
Hoy no lució la estrella de tus ojos. Náufrago de mí mismo, húmedo del abrazo de las ondas, llego a la arena de tu cuerpo en que mi propia voz nombra mi nombre, en que todo es dorado y azul como un día nuevo y como las espigas herméticas, perfectas y calladas. En ti mi soledad se reconcilia para pensar en ti. Toda ha mudado el sereno calor de tus miradas en fervorosa madurez mi vida. Alga y espumas frágiles, mis besos cifran el universo en tus pestañas —playa de desnudez, tierra alcanzada que devuelve en miradas tus estrellas. ¿A qué la flor perdida que marchitó tu espera, que dispersó el Destino? Mi ofrenda es toda tuya en la simiente que secaron los rayos de tus soles.
— O —
Al poema confío la pena de perderte. He de lavar mis ojos de los azules tuyos, faros que prolongaron mi naufragio. He de coger mi vida deshecha entre tus manos, leve jirón de niebla que el viento entre sus alas efímeras dispersa. Vuelva la noche a mí, muda y eterna, del diálogo privada de soñarte, indiferente a un día que ha de hallarnos ajenos y distantes.
De Nuevo Amor
|