Cruz, el gañán
Todas las mañanas, desde que se acuerda, ha pasado por la tienda de Fidel a tomar unos tragos de alcohol teñido antes de sacar la yunta. El sol va quitándole el frío primero, luego ya le quema la espalda y cuando es más fuerte, porque el Sol está en medio, llega su mujer con el almuerzo y el jarro de pulque. No hablan absolutamente nada, mastican lentamente, en silencio y luego ella recoge las cazuelas y se marcha con pasos menudos y él vuelve a instalarse detrás de la yunta hasta qua comienza a hacer frío y ya nada se ve. Entonces vuelve a pasar por la tienda de Fidel y se para en la puerta, estático, embozado en su poncho; ve llegar a los chicos a comprar dos centavos de petróleo o tres de azúcar o un litro de maíz y luego se toma otros tragos de alcohol teñido y vuelve, tropezándose, a su choza, hablando solo en voz muy baja, saludando a los que tropiezan en el camino, y se acuesta al lado de su mujer. El sábado le darán su raya porque gana setenta y cinco centavos diarios. Todas las mañanas, desde qua se acuerda, y los domingos, le queda más tiempo para tomar tragos de alcohol teñido y hablar, hablar, en voz muy baja, para sí mismo.
De Poemas proletarios
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