La diestra mano sin querer se ha herido el berrendo del muro decorado, y por primera vez tiene vendado lo que antes tuvo nada más vendido. Un suceso espantable es lo ocurrido; descendió del andamio tan cansado, que al granero se fue, soltó un mugido y púsose a roncar aletargado. Y una mosca inexperta e inocente, aficionada a mierda y a pantano, vino a revolotear sobre su frente. Despertó de su sueño soberano y al quererla aplastar —¡hado inclemente!— se empitonó, la palma de la mano.
De Sátira
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