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La sacerdotisa |
Jarandilla abre la puerta al frío. La viejecita negra cuenta mendrugos, mira y la piedad le entrecierra los ojos. Me detengo y le doy una moneda, la toma y se la pone sobre el corazón. El viento de Gredos le revuelve el pelo y en la tarde las encinas son esqueletos sonoros. La primera estrella da su calma y todo se resigna a la helada. |