Muere ignominiosamente la república
Muere ignominiosamente la república. Ignominiosamente la espían en los últimos tormentos sus incontables bastardos. Los cuervos se afilan el pico ignominiosamente en el cuarto contiguo. Ignominiosamente riñen sus huérfanos, ignominiosamente se destrozan sus chacales. Todo sucede ignominiosamente, todo menos la muerte misma —quiero darme a entender delante de no sé qué tribunal de qué soñada equidad. Pero ya es cosa juzgada.
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