Abril-amor
El pensamiento de la muerte me acompaña entre los muros de esta calle que sube y pena en todos sus retornos. El frío primaveral irrita los colores, enrarece a la hierba, a las glicinas, casca la piedra; bajo capas e impermeables punza las manos secas, estremece. Tiempo que sufre y hace sufrir, tiempo que en claro torbellino trae flores junto con crueles apariciones, y todas —mientras te inquieres que pasa— desaparecen con rapidez entre el polvo y el viento. Se camina por parajes conocidos pero irreales ahora prefigurando el exilio y la muerte. ¡Tú, que eres; yo, que he llegado ser, que merodeo en tan ventoso espacio, hombre tras una huella fina y débil! Es increíble que yo te busque en éste o en otro sitio de la tierra, donde apenas podríamos reconocernos. Pero hay todavía una edad, la mía, que espera de los otros eso que está en nosotros o no existe. El amor ayuda a vivir, a durar, el amor anula y da principio. Y cuando el que sufre o desmaya espera, si aún espera, que un auxilio se anuncie desde lejos, está en él, basta un soplo para suscitarlo. Lo he aprendido y olvidado mil veces, por ti resulta ahora algo muy claro, ahora adquiere viveza y verdad. Mi castigo es durar más allá de este instante.
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