La oscura y alta llama en ti recae
La oscura y alta llama en ti recae, figura todavía desconocida ¡ah, por tan largo tiempo suspirada tras ese velo de años y estaciones que acaso un dios se apresta a desgarrar! La incólume delicia, la penosa ansiedad de existir nos incendia y nos calcina igualmente a los dos. Mas cuando calla la música entre nuestros rostros desconocidos se alza un viento cargado de promesas. Igual a dos opacas estrellas en lenta vigilia en la cual a un planeta reanima íntimamente el luminoso espíritu nocturno, nos alzamos ahora penetrantes, deseosos de un futuro ilimitado. Así alienta y alea en el alma vehemente un deseo tan próximo al espanto, una esperanza semejante al miedo, mas la mirada se extiende y entra en la sangre más fértil el aliento de la tierra. Asumido en la helada mesura de las estatuas todo lo que parecía ya perfecto se reanima y desata, vibra la luz, tiemblan fructíferos arroyos y zumban las ciudades augúrales. La fiel imagen palidece y me yergo, levito y atormento queriendo hacer de mí un Mario inalcanzable para mí mismo, en el ser incesante un fuego que reengendra su ardimiento.
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