Mujer en Pisa
No siempre estabas sola conmigo. A menudo veías largas fiestas marchitándose en los canales, fluyendo bajo los puentes, perseguidas por el tiempo entre racimos, en lánguidos prados y la luz de la tarde horadando las aguas y los aros del río. Y a veces no supimos quién de los dos era el ausente: con frecuencia mirabas los límpidos torneos librándose en las vías bajo soles invernales, entre verandas, flores brumosas y el hielo de las murallas arrollando los trofeos en luces infernales. Mujer de otra manera —lo más semejante a la vida— cálida en imperceptibles pasiones, velada por un vapor de lágrimas ideales, en el viento, en los últimos puentes surgías por los portales al fuego de las estrellas, detrás de amarillentos vidrios.
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