Alejandro Aura (Ciudad de México, 1944),* poeta, cuentista y dramaturgo. Quien oye hablar o platicar a este poeta, prácticamente no olvidará ese primer encuentro con quien domina a la perfección la palabra hablada, ferviente discípulo del maestro Juan José Arreola en su juventud, y que supo que, quien emplea el idioma como fuerza centrífuga para enaltecer el espíritu, siempre mirará con ojos nuevos los acontecimientos cotidianos, que para la mayoría de los mortales ocurren sin mayor trascendencia. Como lo confirma Rubén Bonifaz Nuño al referirse a los que llevan esa estirpe cuando dice: “Siempre ha sido mérito del poeta / comprender las cosas; sacar las cosas, / como por milagro, de la impura / corriente en que pasan confundidas, / y hacerlas insignes, irrebatibles / frente a la ceguera de los que miran”. Aura es uno de ellos, el que busca los sonidos, los ritmos justos, y entonces las palabras salen como desfilando en la hoja en blanco. De esta manera se forja en la superficie lo que llamamos poema y que lleva el vigor de la poesía, ese algo inefable que nos permite el gozo de lo bello.
Alejandro Aura ha sabido penetrar su tiempo, para establecer su mirada en su entorno social, de allí surge el géiser de imágenes cotidianas para enriquecer su poesía. A la vez, retrata lo temeroso, la soledad, la angustia, los momentos amorosos —acompañado de sus consecuencias— y la muerte en el hombre mismo. La memoria la almacena en sus poemas y, cuando cree que la posee, ésta se le filtra por los huesos hasta cansarlo. Por eso el poeta da cuenta de su mundo: hace y rehace Cinco veces, tomo que reúne sus primeros cinco libros, hasta 1974. Con Volver a casa es merecedor del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el año anterior, que de toda su obra ha sido la más difundida y la más comentada en el ámbito literario de México. Después vendrá La patria vieja, que contiene Hemisferio sur, libro que lo va a configurar como una voz sólida en el panorama literario del país. Hacia 1991 se gesta Poeta en la mañana, y alcanza su publicación ese mismo año, poemario que canta a los actos cotidianos, a las argucias de lo femenino, al oficio del poeta, a sus múltiples quehaceres y renuencias de la casa en que habita. Su verso es cada vez más depurado y la solvencia con que destila su voz da un sello firme a sus trabajos poéticos. Fuentes, poemario más reciente, corrobora la fuerza poética en que se ha venido desplazando Alejandro Aura por medio de su pluma, que hasta el momento ha dado materia para comentar.
La producción poética de Alejandro Aura abarca ya nueve títulos en su haber literario; su carrera la inicia en los albores de 1963, publicando en revistas, diarios y suplementos culturales. Poemas que más tarde darían pie para conformar su primer libro: Tambor interno, irrupción de energía del poeta visionario de los problemas que atañen al hombre y su circunstancia.
Alejandro Aura siempre ha experimentado con el lenguaje —esta característica aplicada en sus diferentes obras literarias lo hace ser Alejandro Aura con mayúsculas—; para algunos críticos ese elemento ha pasado desapercibido, es decir, no ha sido visto con la atención que requiere su poesía, ya que la crítica funda sus comentarios en un solo libro: Volver a casa, libro valioso, pero no es el único, debido a que los anteriores y los siguientes tienen esa dedicación por parte del autor. Júbilo es el libro más reciente de Aura, pero que cierra esta antología con gran acierto.
Esta muestra de la poesía de Alejandro Aura es un panorama de la ya amplia obra poética de este autor; en estos trabajos, el lector encontrará y seguirá la vía por la que el poeta ha tratado el lenguaje verbal, haciendo de él materia viva en cada poema; muerte y nacimiento son la polaridad en que se conjuga la poesía que aquí se muestra. Quiero que sea el mismo poeta quien se dirija al lector en esta invitación, invitación al placer: “Te dedico los días del mundo más sencillos / para que hagas en ellos a tus anchas / de sal y dulce las cosas cotidianas”.