En el cuarto blanco la modelo se desnuda. Prodigiosa. Unta una mano en el costado para llevarla atrás. En una silla quedan los restos del misterio. Los colores tan suaves, tan delicadas las texturas: sedas naturales y antinaturales. Nailon. Lo que queda de ella es transparente y va ceñido a la forma de la piel. La otra mano en la nuca levanta el torrente del cabello. Frente a ella, con el azogue hacia nosotros, un espejo ovalado la seduce.
Desnudo con rosas
En el cuarto blanco la modelo desnuda alza la vista. La nariz es el punto de referencia entre la mujer y el cielo. Sus cabellos cuelgan hacia atrás con dejo de cascada enloquecida El cuello delgado y tenso sostiene el cuerpo que pende sobre el mundo. Así el torso como la cadera y las piernas —hembrísima la hembra— se sostiene sobre el grito, figurado a partir de la boca con rosas blancas y rojas que se elevan.
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