(Fragmentos) Malditas horas y malditos días llenos de sucio tinte de las buenas costumbres. Queriendo tocar la parte íntima del día en un segundo pierdo todo lo que los años habrían querido guardar para la vejez. Mala y artera razón, podrido estilo, juguetito infeliz que chilla como si cantara. En la rigidez con que me odio no hay hule que se estire tanto como la imaginación. … El enorme sur calienta su escasa profundidad tendido como una amante joven que ha mentido a sus padres para venir a la cama del amado, y el azulísimo azul, más extenso que las palabras, se eterniza. … Que salga el sol, qué diantre; que volvamos a sentirnos flores perfumadas, airecillos calientes rondando las orejas de las diosas, riachuelos tibios que les lamen los pies, que les empujan pececillos voraces en las entrepiernas; que volvamos a sentirnos por un segundo más picante miel, empalagoso almíbar o redomados cabrones que montan peñas que parirán sabrosos manantiales. … La comunión comienza: me reparto mi pan, mi vino rojo del sur; mis dedos limpios entran a mi boca; comienzo a engordar como un sapo feliz; el necio humo nuestro me sahúma. … Un largo, larguísimo grito como la más baja y perenne nota de un órgano eléctrico se instala para siempre entre el mundo y mi garganta.
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