1 Huele a muchacha el aire de mediodía, huele a muchacha natural, y está tan cargado de olor a muchacha el aire de mediodía que estoy a punto de gritar que el aire de mediodía huele a muchacha. 7 La iremos haciendo piedra a piedra hasta que no quede más remedio que llamarla casa. Luego la enseñaremos a cruzar los ríos, crecerá como un animal, será perfecta. ¿Qué sueño habrá en la ciudad más rico que su sueño? Gimiendo nos pedirán posada los altos agapandos, hospedaremos al sol como un rey en los pisos superiores, y arriba nosotros, mirando la ciudad, nos amaremos en setenta posiciones hasta que la casa se caiga despedazada por la dicha.
Volver a casa
1 Un día abandonaremos la ciudad de México; la dejaremos en pie y desierta para que las conjeturas crezcan, y nos iremos a fundar en otra parte nuestras maravillas. 6 Nos convidábamos agua unos a otros; el que tenía sed abría el grifo por donde la buena voluntad de los demás salía; luego le agregábamos azúcar y zumo de limón y nos bebíamos la frescura de nuestras comuniones. Así éramos, no os quepa duda. 8 Pero cuando la muy desvergonzada se me queda viendo con esos ojos húmedos y enormes tan expertos en luces y en colores, me degüella la voz, me hace bajar la intensidad, me obliga a descuidar mi propia historia, me arranca lamentos infantiles, desgraciada, me enamora. La abrumadora tiene ese olor a entrepierna que el mar no me borró, tiene esa vibración histérica en la voz que me transporta a la soledad más pura. Entonces, cuando ha ocurrido el milagro y yo espero la aparición de mi fantasma y mis pequeños ojos quieren verlo todo, inventar lo que me miran, me entra una gana monumental de ser gracioso... 27 Ay qué buen pecho tienes bajo la blusa, ganas me dan de engañarte para que me lo enseñes.
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