¡Oh, noche! Ya he tomado cocaína y su curso comienza la dividida sangre, el pelo encanece, los años se fugan, yo debo, debo desbordarme en la euforia antes de disolverme.
¡Oh, noche! No es tanto lo que quiero, sólo un poco de concentración, una niebla vesperal, un arrebato de contracción, de sensación del Yo.
Papilas táctiles, borde de células rojas, un ir y venir con esos aromas, lacerado por un diluvio de palabras: tan hondo en el cerebro y tan angosto en el sueño.
Las piedras vuelan hacia la tierra, y hacia una penumbra el pez nada, avieso sólo hacia el hacerse de las cosas se tambalea el cráneo trastornado.
¡Oh, noche! ¡No es mucho lo que pido! Un momento solamente, una referencia del percibir del Yo... desbordarme en la euforia antes de disolverme.
Oh, noche, concédeme frente y cabello, fúndete en los marchitos días; sé quien a partir del mito de la neurosis me devuelva a la patria del cáliz y la corona.
¡Oh, calla! Siento una ligera sacudida: me constelo y no hay burla en ello: visión, yo: mi, solitario dios, un enorme congregarse en torno a un trueno.
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