Carlos Pellicer Nota introductoria y selección de Guillermo Fernández VERSIÓN PDF |
Nota introductoria |
Guillermo Fernández
México, Distrito Federal, febrero de 1977
|
Nota a la segunda edición |
A la derecha de la máquina de escribir, al alcance de mi mamo, hay una amoena que trasplanté hace tres años. a fin de protegerla del inapagado instinto de los gatos, coloqué alrededor de ella, sobre la tierra, un largo varejón de una mata de espino ya seca. Tres años después –tras de haber estado allí aparentemente muerto, como una delgada culebra gris erizada de espinas–, el dicho varejón le ha dado la bienvenida a esta primavera con tres yemas de un verde retraído que en muy pocos días entró en confianza con la luz y ostenta ahora, en seis hojitas lozanas, completamente verdes, su bizarra presencia. El azar ha querido establecer una relación emblemática entre esta anécdota y la última relectura de la poesía de Carlos Pellicer, haciendo que ambas cosas coincidieran en un mismo periodo de tiempo. Debo confesar que mi interés y mi gusto por la obra del gran poeta tabasqueño se habían debilitado un poco en los últimos tiempos, seguramente debido a la constante frecuentación de esa poesía que me ha acompañado desde mi adolescencia, a la familiaridad ideal que uno cree establecer con las grandes obras, y ya se sabe que la familiaridad se halla a un solo paso de la subestimación. y bien, con el mismo asombro que me produjo la regeneración del espino que creía muerto, en la nueva lectura de esa obra he reencontrado aquella misma savia, la misma vitalidad poética que tanto me maravilló cuando leí por vez primera algunos de sus poemas. Si se considera que la mayor parte de la poesía mexicana contemporánea se ha caracterizado por nacer y desarrollarse en un ambiente de invernadero, de nostálgico intelectualismo, la obra de Pellicer destaca poderosamente por su frondosidad, por su vitalidad, por su inagotable carga de oxígeno y de luz. en romance de fierro malo hay una estrofa en que el anhelo de luz adquiere un carácter totalizador, obsesivo: "días después, a la entrada / de un valle de luz extensa, / de extendida luz, tan ancha, / en que si la luz pudiera / ponerle luz a la luz / y a esa luz más luz le diera, / sudando luces de plata / (quien no quiera creer no crea) / el guía señala un cerro / en mitad de la pradera." pero veo que he comenzado a entrar en un terreno que llevaría mucho tiempo recorrer y quiero terminar esta breve nota con dos fragmentos del prólogo de José Vasconcelos a Piedra de sacrificios: "leyendo estos versos he pensado en una religión nueva que alguna vez soñé predicar: la religión del paisaje; la devoción de la belleza exterior, limpia y grandiosa, sin interpretaciones y sin deformaciones, como el lenguaje directo de la gracia divina (…) me atrevo a pensar que así amaba Jesús y que así amaba san Francisco y los poetas que miran las cosas dentro de un halo de belleza universal y viviente, son como magos reveladores de ese sentimentalismo que posee la ternura de las lágrimas y la profundidad del universo." No hay en toda la poesía mexicana una obra tan viva y luminosa, tan perdurable. Guillermo Fernández
|
Grecia |
|
México, 1914
(Gladios, México, febrero de 1916, año 1, No. 2, p. 130)
|
JUGARÉ CON LAS casas de Curazao,
De Colores en el mar, 1921
|
Nocturno |
No tengo tiempo de mirar las cosas como yo lo deseo. Se me ocurre sobre la mirada y todo lo que veo son esquinas profundas rotuladas con radio donde leo la ciudad para no perder tiempo. Esta obligada prisa de inexorablemente quiere entregarme el mundo con un dato pequeño. ¡Este mirar urgente y esta voz en sonrisa para un joven que sabe morir por cada sueño! No tengo tiempo de mirar cosas, casi las adivino. Una sabiduría ingénita y celos me da miradas previas y repentinos trinos. Vivo en doradas márgenes; ignoro el central gozo de las cosas. Desdoblo siglos de oro en mi ser. Y acelerando rachas –quilla o ala de oro–, repongo el dulce tiempo que nunca he de tener.
De 6, 7 poemas, 1924
|
A Germán Arciniegas, en Bogotá |
América mía, De Piedra de sacrificios, 1924 |
Grupos de palomas |
A la señora Lupe Medina de Ortega
|
De Hora y 20, 1925
|
Poema elemental (Fragmento) |
A Rafael Cabrera
|
De Camino, 1929
|
Estudios |
1 Julio de 1931
México, D.F. septiembre de 1931 |
Horas de junio |
De Hora de junio, 1937
|
Exágono (Fragmentos) |
De Exágonos, 1941
|
Vuelo de voces |
De Exágonos, 1941
|
Recintos y otras imágenes (Fragmentos) |
De Recinto, 1941
|
Fin del nombre amado |
De Otras imágenes, 1941
|
Tema para un nocturno |
|
Sonetos fraternales (Fragmento) |
A Jaime Sabines
|
Nocturno (Fragmento) |
|
Nocturno a mi madre (Fragmento) |
De Subordinaciones, 1949
|
Sonetos dolorosos (Fragmento) |
De Práctica de vuelo, 1956
|
A Luis Barjau |
Mira, Luis, no es por nada, pero hay días que me quedo mirando cualquier cosa, y me pregunto si la mariposa viene o va o si soy yo el de sus guías. Entre conformidad y rebeldías el árbol soportó la dolorosa tarea de crecer, y cuidadosa- mente bajo la lluvia ve sus crías. Hay un fruto: es un pájaro. Prefiero escucharlo en la tarde, cuando muero de todas las maneras que es posible. Y aquí me tienes sin decir palabra por miedo de encenderme combustible y cuidar que una puerta no se abra. 10 de junio de 1969
|
Con este cielo y estos lagos |
Con este cielo y estos lagos eres lo que deseo. Me pienso en Luz y lo afilado acero. Amo así tu belleza y en mí las energías misteriosas para poder amarte tanto. A mil kilómetros tu mirada triste, tu voz suena en las violas y en las ramas. La ventana entreabierta de la tarde. El horizonte en ti, el agua deshojada, la flor entre las páginas del día. La soledad que llevo siempre en flor. Tú callas y me miras con tu mirada triste y tu silencio. Yo estoy hecho de cantos escondidos, perdido entre las cosas, oyendo el aria antigua de tu ausencia, sin saber que decirle a los demás. El cielo de los lagos está en mi corazón. Y en la noche que llega, ni tú ni yo. Villahermosa, Tabasco, 13 de octubre de 1969
|
Yo nací joven |
Madrugada del 8 de noviembre de 1969
|
La dualidad nocturna |
Lomas de Chapultepec,
noche del 5 de diciembre de 1974
|
Por eso este poema |
Tepoztlán, 4 de mayo de 1976
|
La danza |
Lomas de Chapultepec,
4 de septiembre de 1976 |
Un soneto |
Lomas de Chapultepec,
4 de octubre de 1976
|