Material de Lectura

 

Nota introductoria



En esta breve antología, el lector poco avezado en la poesía de Carlos Pellicer encontrará algo que quiere ser una guía relativa que lo conduzca por los innumerables caminos que trazó la obra del singular poeta tabasqueño durante sesenta años de ininterrumpida labor creativa. los otros, los afortunados, los que han tocado las aguas de ese mar profundo, iluminado por el estado de la gracia poética, consideren esta aportación simplemente como un homenaje, tan modesto como entrañado.

Incluyo el poema "Grecia", escrito en 1910, es decir cuando Pellicer tenía 15 años de edad; todo hace suponer que fue éste el primer poema que publicó (Gladios, México, 1916); y cuatro sonetos, de los cuales el último fechó en octubre de 1976. El resto del material ha sido tomado de Colores en el mar, 6, 7 poemas, Piedra de sacrificios, Hora y 20, Camino, Hora de junio, Exágonos, Recinto, Subordinaciones y Práctica de vuelo, libros que conjuntó la UNAM con el título general de Material poético, bajo el cuidado de Juan José Arreola y Alí Chumacero. Este volumen, y la antología que publicó el Fondo de Cultura Económica en su Colección Popular (1969) son –dígase lo que se diga‑ los únicos esfuerzos que se han hecho, desde 1956, para divulgar la obra de uno de los mayores poetas que ha habido en nuestro país y en nuestro idioma.

¿Cuántos Pelliceres hay?, se preguntaba Luis Rius en su entusiasta ensayo que dio la bienvenida al Material poético, reconociendo la gran dificultad de abordar en un ensayo exhaustivo la obra total del genial tabasqueño. Desde luego, existen estudios que han rozado ya ese intrincado universo, como los realizados por Frank Dauster, Jesús Arellano, Octavio Paz, Grabiel Zaid, Castro Leal, Luis Rius y otros más que, no obstante la brillantez de algunos carecen de ese carácter de compleción que exige la obra entera de Carlos Pellicer.

En esta antología señalo algunas de las distintas direcciones temáticas de su obra; constantes jamás debilitadas a lo largo de su vida: la mirada voraz sobre el paisaje; su cristianismo pagano; la devoción a los héroes y su tuteo con el ángel poético.

Para el poeta, la muerte es la victoria, decía Luis Cernuda. Y como siempre sucede, su vasta construcción iluminada tendrá que afrontar el riesgo de las miradas e intereses súbitos y la amenaza de las Obras Completas.

Quienes conocemos su obra –unos más, otros menos‑ sabemos que ahora, más que nunca, la fecha de su muerte es la de su verdadero nacimiento. Y pienso en estos momentos en un poema que Francisco Hernández le dedicó a Pellicer unos días antes de que éste muriera –antes del alud que veo venir–, donde, entre otras cosas le decía: eres una lámpara / de la que sólo se ha salvado / la luz.

 
Guillermo Fernández
México, Distrito Federal, febrero de 1977