Por eso este poema, tan abierto, como la mano en que se da la mano, es la desnuda tarde de verano en que la lluvia niega lo más cierto. Si pudo lo increíble ser tan cierto y estar de lo más lejos tan cercano, que por eso, por ser eso está a la mano el agua incomparable del desierto. Al abrir las ventanas de este día cerré los ojos cuando sonreía la flor de lo que pasa inesperado. Por eso, cuando el sueño me despierta, desaparezco de uno y otro lado y me inclino a esperar que abran la puerta.
Tepoztlán, 4 de mayo de 1976
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