1 Los grupos de palomas, notas, claves, silencios, alteraciones, modifican el ritmo de la loma. La que se sabe tornasol afina las ruedas luminosas de su cuello con mirar hacia atrás a su vecina. Le da al sol la mirada y escurre en una sola pincelada plan de vuelos a nubes campesinas. 2 La gris es una joven extranjera cuyas ropas de viaje dan aire de sorpresas al paisaje. 3 Hay una casi negra que bebe astillas de agua en una piedra. Después se pule el pico, Mira sus uñas, ve las de las otras, abre una ala y la cierra, tira un brinco y se para debajo de las rosas. El fotógrafo dice: para el jueves, señora. Un palomo amontona sus erres cabeceadas y ella busca alfileres en el suelo que brilla por nada. Los grupos de palomas —notas, claves, silencios, alteraciones—, modifican lugares de la loma. 4 La inevitablemente blanca sabe su perfección. Bebe en la fuente y se bebe a sí misma y se adelgaza cual un poco de brisa en una lente que recoge el paisaje. Es una simpleza cerca del agua. Inclina la cabeza con tal dulzura, que la escritura desfallece en una serie de sílabas maduras. 5 Corre un automóvil y las palomas vuelan. En la aritmética del vuelo los ocho árabes desbóblanse y la suma es impar. Se mueve el cielo y la casa se vuelve redonda. Un viraje profundo. Regresan las palomas. Notas. Claves. Silencios. Alteraciones. El lápiz se descubre, se inclinan las lomas, y por 20 centavos se cantan las canciones.
De Hora y 20, 1925
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