III Entre la selva enorme de la hierba la hormiga y una gota de rocío ―todo el cielo y la tierra― mudo espío y alguien inmóvil y voraz me observa. ¿Adónde va la hormiga? ¿Qué reserva a esa gota de cielo? ¿A qué albedrío pertenecen mis ojos? ¿Soy ya mío? El tiempo entre los ángeles me observa. Nada y Eternidad. Un haz de viento desordenó la hierba. Aquella hormiga perdió el campo y el mínimo aposento celestial, escurrió su clara miga. Surgió el alma y el cielo corpulento la levantó, profundo, de una espiga.
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