Un soneto de amor que nunca diga de quién y cómo y cuándo, y agua dé a quien viene por noticia y en sí lea clave caudal que sin la voz consiga. Que en cada verso pierda y gane y siga ritmo a la cifra en luz que el agua arquea, y suba el esplendor que así desea música lengua y tacto a flor de espiga. Ya la línea sandalia del terceto abre camino al alma del objeto que adoro y cuyo nombre dicen todos. Nadie sabe el valor de su grandeza, pero al decirlo de inconscientes modos me transfiguran, pues me dan belleza.
De Otras imágenes, 1941
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