1 Poema, ser extraño, de voz sin voces y lleno de manos como Coatlicue. Me vestiré con los caminos de las serpientes y pediré perdón por no haber tenido los ojos fijos de turquesa en ti sólo. Si yo pudiera atarte con mis propias arterias Y ya libre echarme a buscar la sangre ―tu sangre― esmeralda en la garganta del aire de las praderas hábiles. Si yo pudiera, ¡oh sangre! te bebería para dejar de ser espacio y encontrarme de nuevo, yo, escapado de mi ―Poema― hace un millón de años. 2 Yo sé que te amo porque nunca las ausencias fugaces me dejaron el viento tan vacío, tan ciego y silencioso. Yo sé veo los lunes y los miércoles. (Los martes son perfectos, porque te vi la víspera y al día siguiente voy a verte). Pero en los días adelante el color de tus ojos, tus cabellos a fuego lento ―miel en sombra― tu figura que a cada instante se escultura y tiene la belleza infalible de las manos puestas a hacer el mundo, mejor siempre... En esos días siguientes, en que todo es domingo por la tarde. tiendo la cuerda floja de esos días y echo a bailar el adjetivo heroico que sirva a tu persona, sin mirarte, obediente, adivino, enamorado, virrey de tu esperanza y tu deseo, velocidad, nivelación constante, de tus pies y tus manos, espejo poseído, y en mis manos, orilla de tu sombra, rebosante. Tú nada sabes ¡Si alguna vez me vieses con mis ojos! ¡Si a ti perfecto fuera el martes por lo mismo que a mí…! ¡Si fueras tú quien pusiera palabras el silencio que yo vierto ante ti, porque hoy no puedo sin callar, y apenas en la rueda colegial encender una mirada para apagarla pronto y estrechar tu mano y despedirte con las mismas palabras que les digo a los demás!
Julio de 1931
3 Objetos colocados, cedidos ya, definitivamente. Unos pesan las manos y los brazos. Otros el cuerpo entero. Sois, ya, proporcionales, claros, porque sus ojos fueron un instante la actividad de vuestra soberbia inercia. Hoy os descubro ―mar con islas músicas. Objetos colocados, cedidos ya, definitivamente.
México, D.F. septiembre de 1931
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