La nebulosa
Que sea como en las islas: eternamente domingo, o como los pies de las mujeres, siempre ardientes, siempre fríos; o los viajes en los sueños, donde no sabemos si partimos ni sabemos si llegamos y a la mitad de la historia casi siempre despertamos. Que sea como en los entierros y lo dudoso del llanto; como una canción en verso o un barco al anclar; como los ciegos en las esquinas o la noche sobre el océano. Que sea inarticulable como la poesía pura en el instante mismo en el que amamos. Que sea el murmullo candente de las novias iniciadas o la plácida siesta de los gatos sobre las bardas, que sea como el clamor del guerrero traicionado o la tristeza del padre cuando el hijo lo abandona por la gran ciudad. Que sea la armonía que se desliza por los pedales del piano, la ceguera de las estatuas en el último día del año, y que tenga el cálculo frío de los sonámbulos cuando caminan que sea así, como las rosas, y después que se pierda en el cielo como las grandes nebulosas.
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