La meta
Juguemos fuera de nuestros cuerpos, que se vuelven licenciosos. Quedémonos sólo con nuestras almas, entes abstractos y radiantes. Guardemos apenas lo eterno, lo demás es efímera escoria. Aspiremos a lo absoluto. El resto no vale la pena. Los cuerpos que aman y desaman y se enroscan, flexiblemente, en el blanco universo de las camas, son los embrujos sucesivos de nuestras almas exigentes que sólo aceptan el Paraíso.
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