A un magnate
Haga el amor de día. Guarde la noche para dormir y soñar. Haga la rosa espesa estremecerse en el bochorno y que el pozo secreto se cubra de rocío. Fabrique millones sin salir de su cuarto: los millones de la vida que los bancos no guardan. No se desperdicie esclavo del trabajo. Recuerde: sudor de vida dura cava sepultura. Rompa con su socio y juéguese en la cesta las letras de cambio. Cultive su ocio y bese, en la sombra, el pistilo ardiente de la rosa en sigilo. Si quiere evitar el cáncer y el infarto, siga mi consejo: no se mate en el negocio u oficina. Alquile una mujer. Un pregón de la Bolsa no vale el susurro de una enamorada. Si quiere lucro seguro invierta en el amor. Pero, mi buen amigo, no cometa excesos. En materia de sexo se requiere parsimonia. La economía lo es todo. Con la bienamada haga el amor correcto (papá-y-mamá, mamá-y-papá) como antiguamente en los tiempos de los valses y de los candelabros cuando no había secuestros de jets ni de políticos. ¡Ah, dichosos tiempos sin Freud y sin Marx! ¿Las computadoras? Sólo pregonan mentiras ¿Productividad? No crea en merolicos. No pierda su tiempos El aire acondicionado produce resfriado… No caiga en la trampa de la tecnología. Huya de esta lepra llamada dinero que causa prejuicios y aborrecimiento. Sea práctico: haga el amor de día.
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