Amanecimos con la mirada abierta contra el viento. Trazamos un haz de luz desde el centro de nuestros ojos hacia el valle. Amantes contemplamos el paraíso desde la bóveda donde trasiegan espíritus como insectos. Me arrullas me colmas de adornos y agasajos, me instas a fundar una ciudad y a compartir la generosidad de nuestras tierras. Apresuras mis pasos entre los sacabastos de altos penachos ondeando al sol, nos escabullimos de la mirada de los negros que danzan con la marimba haciendo agua su boca haciendo agua su pie. Tomas mis manos y depositas tu camisa de verano te plantas en el remanso de los ríos que se juntan en cuyo centro albean pequeñas piedras que vienen a chocar en mi vientre.
Este es el sitio. Este es el lugar.
Cien años después amanece y las fachadas se descubren como mujeres que han pasado la noche en su sitio.
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