Padre, tus pies, peces ornados con sandalias, se deslizan cautelosos en el mar oscuro. Esa profundidad que todo lo contiene eres tú mismo. Buscas tu sitio, mar de los sargazos, para depositar tu vida que se apaga. Somos el cardumen que te sigue en la corriente que acostumbraste con sabiduría a la ceguera. Creemos que todo ha cambiado desde que no nos miras y mar adentro de ti somos los mismos tres niños que sujetos a tu ropa se estremecen mientras fluye el tiempo de agua holgado en tu camisa.
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