Me vi andando por habitaciones desiertas. Las estrellas bailaban, locas, sobre el fondo azul, Los perros ladraban fuertemente por los campos, Y un viento salvaje gritaba entre los árboles. Y de pronto: silencio. La tenue llama de la fiebre Hace surgir flores venenosas de mi boca, Y cae el rocío, pálido y chispeante, desde las ramas Como desde una llaga, gotea y gotea cual sangre. Por el engañoso vacío de un espejo Surge desde el horror y la oscuridad Un rostro, lenta e indistintamente: ¡Caín! La cortina de terciopelo roza apaciblemente. La luna brilla sobre el vacío a través de la ventana. Heme aquí, a solas con mi asesino.
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