La mejor sociedad
Cuando era niño creía, Así nada más, que la soledad No necesitaba ir a buscarse. Era algo que todo el mundo poseía, Como la desnudez, ahí a la mano, Ni buena ni mala, Algo abundante y obvio, No muy difícil de entender.
Luego, después de los veinte, se hizo Algo al mismo tiempo más difícil de obtener Y más deseado, aunque a la vez Más indeseable; pues lo que uno es En soledad, para que se considere Un hecho, ha de expresarse en términos De los demás, si no, se vuelve Una simple fantasía compensadora.
¡Mucho mejor estar acompañado! Para amar se necesita alguien, Dar requiere algún destinatario. Los buenos vecinos necesitan parroquias Para poder hacerlo; en breve, Nuestras virtudes son sociales; Si, desprovisto de soledad, uno se enfada, Queda claro que no es ningún virtuoso.
Viciosamente, entonces, me encierro bajo llave. La flama del gas respira. El viento allá afuera Anuncia la lluvia vespertina. Una vez más, La infalible soledad sostiene mi persona
En su palma gigantesca; Y ahí, cautelosamente, Como una anémona marina o un simple caracol, Se va desenvolviendo, emerge, lo que soy.
¿1951?
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