[Multitud de pies ilustres han hollado]
Multitud de pies ilustres han hollado Senderos sublunares, y manos ilustres han medido Su propia fuerza ante la fuerza necesaria; Y labios ilustres han interrogado a Dios Acerca del peaje para la eternidad; Y en muy distintos tiempos y lugares La verdad se ha conseguido (un momento de armonía); Y aun así, mañanas sin fin rompen en rostros sin fin:
El oleaje dorado del sol, diariamente Exhausto por el mundo, se reúne y azota Irrevocablemente ante el eclipse; El camino hollado se torna el camino nunca hollado, Nacemos cada mañana, protegidos Por una concha de luz que embaldosa Los palacios de la vista, y trae de nuevo El río brillante por el sembradío de tumbas.
Tal renovación vence de entrada La ilusa herencia de nuestro pensamiento, Anales de hombres incansables que lucharon Por transformar su corazón en piedra, En la pobreza de un barquillero O en una flor, pero nunca intentaron aprender La difícil, triple cordura De ser barquillero, piedra y flor en su momento.
Vacía tus bolsillos sobre el mantel: Qué sabemos. He aquí una moneda de plata: Ésa es la vida; y, si de dicotomías se trata, La muerte es esta vieja, descolorida moneda de cobre. Dale vuelta: es impenetrable. Reverso y anverso, ninguno muestra El menor signo o palabra distinguible: Pero haz girar la de plata hasta que logres
Ver la esfera. Nuestro estado mortal Se retuerce ahí en una doble urdimbre: La luz despierta y la oscuridad es sueño Y dos veces al día ante sus rejas Nos arrodillamos entre ellas. Se sabe más Del sueño que de la muerte, y sin embargo ¿Quién sabe algo de nuestra naturaleza ahí, En ese estanque enredado, inaccesible, o quien echó
El anzuelo para sacar y dar su lógica al lenguaje? Más fácil de equilibrar en una mano El despertar que nuestros sentidos pueden gobernar, Pues joyas son las piedras en la playa Antes de este alado privilegio de pies ligeros
Que teje, esparce, esta primera, secreta E irrecurrente fortuna que nunca se completa, Ni a cierta distancia del alcance de la mano, Que conforma este tráfico que despierta, esta última, Única, suprema división. Yo admito creer Que dos cables electrifican nuestro aire
Y, como pendones, volarán del poste Rumbo al sueño y a la vida y a la muerte Hasta que el sol se reconozca impotente Para seducir a una semilla sobre la tierra: Herencia de pena: herencia de alegría;
Ya no las creas aspectos de lo mismo; Más allá de cada figura de un escudo, trazo Ancestros diferentes, un rostro diferente, Y la pena termina declarándose culpable Porque sigo su rastro hasta mi propio corazón Para hallarla ahí, nutriéndose de lo malo: Es sancionable y también correcto Avergonzarse siempre de estar triste.
Sentir vergüenza de que la pena logre abrirse paso Por entre cada debilidad que registra el almanaque, Engendrada por el instinto para regresar —Que, si existe el pecado, debe llamarse tal—, Instinto que tanto alaba mi rostro Que detendría con ello el tiempo Y pondría mis deseos en su lugar: Y por esta razón teme a la muerte.
Porque las mareas lo han marcado; La barrenante arena; la trampa De lo que tengo y puedo perder, O no tengo y no puedo conseguir; Abandonos en el tiempo o el espacio Lo han marcado; solloza dolorosamente; Se cubre el rostro de dolor, Y todo para fingir que no forma parte de mí,
La parte ciega. Yo sé lo que nunca sabrá: Todo lo que intente impedir la cuarteadura De la disolución construye una casa de cera, Mientras años enteros de alcance de alas Pasan a través y sobre estas cabezas. Míralos: Vuelan rumbo al este. Hacia el menguante De la oscuridad. Hacen que la pena sea Una araña que teje una tela ya olvidada.
Llaman a cada fibra del mundo Para que se alegre, una larguísima tela sedosa De alas que van hacia la luz, fuera de la muerte: Herencia de alegría precipitándose hacia la mortalidad, Proporcionando a cada uno de los huesos Una estática emoción. Si sólo pies veloces Han de hollar estos senderos sublunares, es Indispensable un perpetuo estudio por vencer
A cada sucia pena; una paciencia para delatar Al deseo insincero; una seguridad de que, en suma, No hay nada que alcanzar, pero sí que llegar a ser, Que ha de concebirse al centro de la luminosidad, Negando todo lo demás. La alegría no tiene causa: Aunque se la corte en pedacitos con un cuchillo Nunca guardará silencio. ¿Qué otra cosa podría Magnetizar nuestra afanosa, hipócrita vida en éxtasis?
In the Grip... 15 de octubre de 1946
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