Viejos locos
¿Qué se creen que ha pasado, viejos locos, Para hacerlos como son? ¿Acaso se imaginan Que es más adulto traer siempre la boca abierta y la baba caída, Orinarse en los pantalones todo el tiempo y no acordarse Quién llamó esta mañana? ¿O que, si les diera la gana, Podrían alterarlo todo y volver a bailar la noche entera O ir a su boda o manejar el fusil cualquier día de éstos? ¿O es que creen que en realidad no ha habido cambios, Y siempre se han portado como inválidos o tiesos, O se han quedado sentados días y días soñando, Viendo el movimiento de la luz? Si no es así (y no puede serlo), qué raro: ¿por qué no gritan?
A la hora de la muerte, uno se desmenuza: los antiguos padacitos Comienzan velozmente a distanciarse unos de otros para siempre, Sin testigos. Sólo el olvido, ciertamente: Lo tuvimos antes, pero se iba a acabar, Y se estaba mezclando siempre con el único propósito De hacer brotar a la flor de mil pétalos que se llama Estar aquí. La próxima vez no podrás fingir Que habrá algo más. He aquí los primeros síntomas: No saber cómo, no escuchar quién; el poder De elección, ausente. Su mirada muestra que lo apoyan: Cabello de ceniza, manos de sapo, cara de pasa de surcos secos... ¿Cómo ignorarlo?
Acaso la vejez sea tener estancias iluminadas Dentro de la cabeza, y gente en ellas, actuando. Gente conocida, cuyos nombres no se recuerdan ya; cada uno Se entreteje como una honda pérdida restaurada, desde puertas Conocidas aproximándose, bajando una lámpara, sonriendo desde una escalera, tomando
Un libro conocido del estante; o a veces sólo Las estancias mismas, sillas y fuego encendido, El arbusto en el viento desde la ventana, o la tenue Amistad del sol en el muro de una solitaria Tarde de lluvia detenida a mediados del verano. Ahí viven: No aquí y ahora, sino donde todo ocurrió alguna vez. Por eso proyectan
Un aire de ausencia frustrada, intentando estar allá Pero estando aquí. Pues las estancias se alejan más y más, Dejando ahí el frío incompetente, el estira y afloja constante Del aliento arrebatado, y ellos arrastrándose debajo De la extinción, viejos locos, incapaces de percibir Qué cerca está el final. Quizá por eso están tranquilos: La cima siempre a la vista, dondequiera que vayamos, Para ellos es terreno que se alza. ¿Acaso no saben Qué los está jalando y en qué terminará todo? En la noche, No. Rodeados de extraños, no. ¿Acaso nunca, a lo largo
De esa niñez horrorosa e invertida? En fin, Ya habrá tiempo para averiguarlo.
High... 12 de enero de 1973
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