MI CRISTO DE COBRE Quiero un lecho raído, burdo, austero del hospital más pobre; quiero una alondra que me cante en el alero; y si es tal mi fortuna que sea noche lunar la en que me muero, entonces, oíd bien qué es lo que quiero: quiero un rayo de luna pálido, sutilísimo, ligero… De esa luz quiero yo; de otra, ninguna. Como el último pobre vergonzante, quiero un lecho raído en algún hospital desconocido y algún Cristo de cobre agonizante y una tremenda inmensidad de olvido que, al tiempo de sentir que me he partido, cojan la luz y vayan por delante. Con eso soy feliz, nada más pido. ¿Para qué más fortuna que mi lecho de pobre, y mi rayo de luna, y mi alondra y mi alero, y mi Cristo de cobre, que ha de ser lo primero…? Con toda esa fortuna y con mi atroz inmensidad de olvido, contento moriré; nada más pido.
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