TÚ ERES AÚN PEQUEÑO I Solfea, niño amigo, en tu Eslava, solfea; y que el poeta sueñe, como en la dulce aldea, cuando la peña canta y el tabachín florea. Siento como el exúber florecer de la roca cuando trémula viene hasta mi alma y toca la inspiración temprana que fulgura en tu boca. Solfea, artista impúber, en tu Eslava, solfea. Soñador del exúber florecer de la aldea, yo he de entornar los ojos por ver cómo la roca bebe la sangre virgen que el tabachín gotea. II Tú y yo somos hermanos. Aunque esté encanecido mi pelo con la nieve que el tiempo le ha traído y tú seas un niño todavía pequeño, ambos somos hermanos; el amor nos ha unido con la dulce lazada del ritmo y del ensueño. Y soy un pobrecito digno de que me quieras. Soy un triste que ha mucho va por la vida solo. Si a su casa, sin aire y sin calor, vinieras, amasados sus muros y cimientos creyeras con las eternas nieves y el olvido del polo. Mas no pesa mi carga, antes vivo contento con mi fardo de nieves y mi sobra de olvido. Débil hoja que plugo para juguete al viento, nunca he soñado tanto como cuando ha venido el olvido a mi casa y ahí puso su asiento. El Temaca ignorado tiene sus sabineras de cuya espesa fronda fui a suspender mi hamaca; y le canté a su Cristo, que el viandante venera, y pusiéronse a hablarme la cumbre y la pradera de aquel mundo de versos que me inspiró Temaca. Y más antes —de ello hace ya muchos años—, descendí a lo más hondo del lejano Bajío donde guarda sus restos coloniales Bolaños, y soñé los dialectos de sus hombres extraños, y canté a las estrellas caídas en su río. Y es así, de ese modo, sin poner para nada el haz de mis austeras esperanzas en nadie, y descendiendo siempre de bajada en bajada, como he visto que suele reventar la alborada y que en mi frente el beso de sus luces irradie. Tú eres aún pequeño. Todavía no pruebas el pesar de la vida. Tu sendero se alfombra de luces juveniles y de esperanzas nuevas; pero ya vendrá el tiempo para darte a que bebas su dolor y a traerte su dávida de sombra. Entretanto, solfea... La peña está cantando y el tabachín florea. No temas al adusto dolor; antes invoca al dolor, y que él sea el que ponga en tu alma y destile en tu boca las estrofas que él sabe pensar. Mira la roca: ¡Son de sangre las flores que el tabachín gotea!
|