Es cosa de mirar
Por punto general en el valle de México anda la multitud encubriendo rumores con pieles o plumajes y orquídeas al uso. Es cosa de mirar el ay enjuto cuando la cicatriz del alba lo cobija, la mano lívida que sobrelleva tan densos ademanes.
¡Dioses, mis dioses, milagros desolados éstos! Como si ya no fuera tiempo de quitarse tapujos y flamear sin más. ¿Por qué no desherrar el vocerío?
Pienso. Hago cuentas, así de los trabajos como de las heridas. Tierras ásperas de labrar y fecundar, en donde duelen surcos imposibles. Ritos por no sé qué ni quién, y un cáliz de sudor violento y mal pagado.
Conviene resembrar los huesos en algún resto de lava no marchita, y en mondos palomares la garganta. A lo mejor cosecharíamos entonces la gula de vivir en cuerpo y alma.
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