Después de la crecida marea
Después de la crecida marea, o después de los caninos duros y la ausencia, te descubro, ciudad. ¿Eres la misma?
Allá lejos soñaba mis antiguos tesoros; creí verte rogando por los muertos en una danza brusca, los colores; en vilo. ¡Cuántas veces, la casa de bravas mocedades! ¡Cuántas veces, el gran clamor bruñido! Allá lejos las olas reventaban la noche. Y tu voz florecía de lava, de cristal profundo, de pedazos ardientes.
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