Y entonces nosotros, los viles
Y entonces nosotros, los viles que amábamos la noche murmurante, las casas, los senderos del río, las sucias luces rojas de esos lugares, el dolor silencioso y mitigado —arrancamos la mano de la viva cadena y callamos, mas el corazón sobresaltó nuestra sangre, terminó la dulzura, se acabó el abandono en el sendero del río— ya no siervos, supimos estar solos y vivos.
1945
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