Los caballos de Aquiles*
Cuando vieron a Patroclo muerto, tan fuerte, joven y gallardo, prorrumpieron en llanto los caballos de Aquiles. Su naturaleza inmortal se conmovió al ver la obra de la muerte; movieron las cabezas, agitaron las crines en el aire y golpearon la tierra con sus patas. Lloraban a Patroclo al darse cuenta que estaba sin vida, su carne inerte, su alma perdida, sin aliento, salida a la gran nada. Zeus vio las lágrimas de los inmortales caballos y se entristeció: "No debí actuar impulsivamente en la boda de Peleo. No debí regalarlos. Tristes caballos. ¿Qué tenían que hacer allá, entre los desdichados humanos, juguetes del destino? Ustedes, para quienes no existe la muerte ni la vejez, si algún problema humano los alcanza caerán también en la desdicha." Sin embargo, los caballos continúan llorando por el interminable desastre que es la muerte.
A. 1911
* Los dos inmortales caballos (engendrados por Céfiro —viento del Oeste— y la arpía Podarge) se llamaban Balio y Janto. El poema es adaptado de la Ilíada; XVI (149-154) y XVII (426-447).
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