La flor del fruto En el silencio de las flores se halla un sacro amor que al porvenir inmuta: el ser es fin para la propia ruta, si hay una gracia que perfuma y calla. La sangre dulce que en la lengua estalla, al oprimir la carne de una fruta es la palabra viva y absoluta en que cada árbol su virtud ensaya. El hombre es árbol místico y apenas comprende Espacio y Tiempo si se vierte en flor de su alma y fruto de sus venas; porque en su doble esencia inconfundida, sacan miel las abejas de la Muerte y perfume las rosas de la vida.
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