Julia Miller
Reñimos esa mañana, pues él tenía sesenta y cinco años y yo tenía treinta. Estaba nerviosa y me pesaba el hijo cuyo nacimiento me atemorizaba. Pensé en la última carta que me escribiera esa joven alma, ya lejana, cuya traición oculté al casarme con el viejo. Entonces tomé morfina y me senté a leer. Por entre las tinieblas que me llenaron los ojos veo aún la luz vacilante de estas palabras: "Y Jesús le habló: te digo en verdad que hoy estarás conmigo en el paraíso".
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