Lucius Atherton
Cuando se me rizaba el bigote y mi pelo era negro, cuando me ponía pantalones ajustados y un diamante en el cuello, fui excelente raptor de corazones: burlé a muchas. Pero cuando hicieron las canas su acto de presencia... ¡ay! una nueva generación de muchachas se reía de mí, sin tenerme miedo, y ya no tuve más aventuras emocionantes en las que por poco me mataran por sinvergüenza desalmado; sólo amoríos secos, amoríos recalentados de otros días, de otros hombres. Y pasaron los años hasta que me fui a vivir al restorán de Mayer donde comía entremeses, gris, desgreñado, don Juan rural sin dientes, rechazado. Hay una sombra poderosa que canta aquí de una que se llama Beatriz. Ahora puedo ver que el poder de su grandeza me llevó a reptar por el más bajo de los fondos.
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